
Centro Cultural Borges esq. San Martin, 3° piso C1053ABK Buenos-Aires (Argentine)
Esta exposición se compone de dos series de 20 retratos.
La primera serie (part/one) fue realizada de mayo a septiembre de 2001 entre Paris, Los Ángeles, y el sur de Francia, cuando trataba de darle vida a mi primer largo metraje “Bye Bye Blackbird”.
Debía salir de la soledad, demostrar que el film existía más allá de las palabras, más allá de las intenciones del guión. Era necesario darle cuerpo a mis personajes aún cuando contara con medios modestos; en resumen: tenía que conjurar la suerte.
Llamé a los actores en los que había pensado para el film y les pedí que se prestasen al juego del retrato.
Todo comenzó una tarde de mayo en los alrededores de Paris. Para una primera sesión convoqué a mis amigos Carlos Pavlidis (el enano que parecía un de gigante), Michael Lonsdale (el viejo payaso), Jean Babilée (que había sido el bailarín preferido de Cocteau y que yo transformé en viejo jefe Indio) y Antonin Maurel (mi amigo de infancia).
Las imágenes tuvieron una tal evidencia que convencí a mi productor de seguir este trabajo, seguro de que cuando terminara la serie, el film vería por fin la luz.
Entonces viaje a Los Ángeles donde fotografié a Malcom McDowell como Maestro de Ceremonias, a Fairuza Balk en jinete y a Isabella Miko en trapecista diáfana. Luego fui al sur de Francia para encontrarme con James Thiérrée, prodigioso animal escénico, nieto de Charlie Chaplin y héroe del film.
La serie fue presentada por primera vez en diciembre de 2001 en la Galería Renn, propiedad del coleccionista Claude Berri - calle Verneuil en Paris.
Cuando llegó el momento de la filmación, algunos actores desistieron - Malcom McDowell, Jean Babilée, Fairuza Balk.. fueron reemplazados – pero la esencia carnal de los personajes quedó idéntica en la pantalla que en esos retratos.
La segunda serie (part/two) fue realizada entre abril y noviembre de 2009, en pleno corazón de Buenos Aires, donde vivo desde hace casi dos años.
Fotografiar a las chicas Travestis de “la zona de Palermo” resultó ser mucho más riesgoso, mucho más vertiginoso que dar cuerpo a los personajes familiares de “Bye Bye Blackbird”.
Esta vez ningún recurso al imaginario del muchacho que era en Paris: ningún recurso al confort pictórico de la puesta en escena. La noche y nada más, salvo la ebriedad de las vueltas incesantes en “la Zona” y los límites estrictos de mi taller para sellar cada uno de estos encuentros.
Esta vez también existe el deseo de alimentar la visión de una película: se llama “Lady Doll” y es un policial cuya trama se desarrolla cubre Buenos Aires y Tokio. Pero el objetivo sobrepasa aquí el simple deseo de dar cuerpo a los personajes de una ficción.
La primera vez en que, sobre un simple impulso, fui a la “zona”, eran las tres de la madrugada. Las chicas se había agrupado cerca del único carrito de choripanes del bosque de Palermo – clausurado desde entonces - para abordar los problemas vitales que forman su vida cotidiana: higiene, seguridad, segregación del vecindario o maltrato policial (...), y mi entrada fue memorable.
Apenas llegaba al círculo de las chicas cuando una de ellas giro el pecho hacia mi y me increpó: “¿Qué haces aquí, muchacho? ¿No ves que estamos ocupadas?”.
Tímidamente pero suficientemente fuerte como para que todas me oyeran, contesté que era Director de cine, que vivía desde hacía poco en Buenos Aires, y que aquí preparaba una película. Quería mencionar la presencia de una travestí en el guión pero otra me cortó, y declaró con un perfecto acento de barrio: “Director? Francés? Quédate aquí, mi vida!”
Algunas carcajadas estallaron y sentí que las miradas se posaban sobre mí, luego la reunión continuó. Me acomodé discretamente. Me habían adoptado.
Durante largos meses volví sin cesar a la “zona”, a veces hasta la nausea. Sentía que estaba tocando un tema infinitamente frágil, infinitamente turbio, tenía que ser digno del privilegio que me había sido acordado.
La Señorita Sayuri Tuchía Salazar fue la primera que aceptó prestarse a una sesión de retratos. Luego estuvo siempre presente, a veces ayudándome a elegir las imágenes, inquietándose con una seriedad y una constancia notables por las peripecias que jalonaban el trabajo. Naturalmente la elegí como curadora de la exposición.
Quiero desgranar uno a uno el nombre de las modelos que descubrirán hoy: Stefania (La Condesa), Mikaela di Stefano, Carolina, Wanda, Sayuri, Laura, Sayra, Naty, Daniela Miller, Brisa.
Su generosidad, su disponibilidad y sus talentos de artistas fueron ejemplares durante las tomas de las fotografías que componen esta serie.
Quisiera en fin agradecerle a mi amigo, el escritor Raúl Escari. quien en un relámpago de genio, encontró el título de esta exposición.